Voy camino a mi perdición.
Quiero destruirme de un modo audaz y definitivo.
Quiero ser la huella de un haz de luz del espectro no visible,
la convergencia histórica de ideologías muertas.
Una mariposa en reversa.
Un muerto de hambre del tercer mundo,
fuente de reformas políticas mundiales,
fuente de libros,
congresos,
premios Nobel,
palmadas de hombro hipócritas
y fotografías de National Geographic.
Quiero ser un programa de fomento a la lectura mexicano.
Un adolescente amante de los narcocorridos
que ha dejado de ir a la secundaria.
Un universitario que pregunta
quién fue Benito Juárez,
y que solicita en su clase de historia
que no se usen palabras extrañas
como
«neoliberalismo».
Voy a ignorar mi existencia paulatinamente,
voy a desaparecer.
Voy a comprar un televisor de cuarenta pulgadas
y quientos canales.
Las calles no tienen doscientos mil muertos,
no se escuchan balazos,
son irreales.
Los políticos están haciendo reformas audaces,
nuestro bienestar, quiero decir,
los bailes y las fiestas patronales
y los programas de entretenimiento,
estarán a salvo.
La realidad es, digamos, una ficción montada por televisa.
Soy un ser colectivo.
No hay yo, solo un nosotros, un esto.
Nada.
Gracias.
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