24 de marzo de 2013

Concatenación causal


Si dios existe o no, eso no hará la diferencia. Aquí esbozamos un breve artículo científico donde explicamos un alumbrador experimento en Biología Sintética. Jack Szostak, de Harvard, ha probado la creación de autómatas celulares basados en moléculas autorreplicantes, bicapas lipídicas que se alinean espontáneamente, y un intercambio de energía/materia en un medio de soluciones acuosas.
La teoría termodinámica de la abiogénesis parace más real que nunca. Un servidor, basado en los primeros experimentos de Szostak y Ghadiri, logró identificar moléculas pre-RNA autocatalíticas, que se arreglan en una solución acuosa de acuerdo a los grupos funcionales y las interacciones que se pueden lograr entre ellos.
Por más que el autor buscó y buscó, en esas moléculas, capaces de autoordenarse y formar lo que bajo criterios actuales llamamos vida, no encontró nada parecido a un diseño inteligente, o un creador. El autor se propone a sí mismo como un creador.:

Si bajo condiciones controladas, un científico logró crear células a partir de simples moléculas orgánicas inertes, y estas células son capaces de una evolución darwinista, ¿podremos llamar dios a este científico? ¿ Qué clase de dios sería? Un dios con bata, y sus poderes serían el conocer reactivos, mecanismos de reacción, tubo de ensayo, computador, simuladores...

La vida, dicen los que saben, se formó una vez y para siempre. Una vez adquirimos suficiente complejidad (es decir, los elementos que nos forman interaccionaron unos con otros y de esa interacción surgieron fenómenos emergentes... la visión, las neuronas, el olfato, la mente...), quisimos investigar nuestro origen.
Por allá, hace miles de millones de años, quizá existieron unos científicos muy curiosos, una forma de vida que al averiguar sobre su propio origen, metieron varios moles de aminoácidos, nucleótidos y moléculas orgánicas a un tubo de ensaye, y aislaron moléculas replicantes, micelas, células... Sorprendidos por su descubrimiento, pero sin saber todavía cuál era su origen, decidieron visitar un planeta en ciernes en una galaxia cercana, y una vez en él, liberaron su producto en un mar sobre arcilla. La vida evolucionó, adquirió complejidad. Se formaron especies. Se formó un órgano capaz de averiguar al mundo, razonar, inventar.
Y decidieron averiguar sobre su propio origen. Inventaron una ciencia rudimentaria, y comenzaron a experimentar sobre las posibilidades, las combinaciones, las circunstancias que pudieron haber hecho posible la vida. Y crearon vida, vida primitiva. Quisieron experimentar con ella, someterla a ciertas condiciones que, creyeron, fueron las condiciones donde se desarrolló y evolucionó. Decidieron que la mejor manera de dilucidar esto era experimentarlo en otro planeta, en cercano el Sistema Solar.

Y la historia se repetía, vez tras vez. Los habitantes de cierto planeta evolucionaban y se preguntaban sobre su origen, sobre su fin. Afanados en contar su propia historia, jamás pensaron, y jamás quisieron aceptar la respuesta más sencilla: nada, no pasa nada. De los confines del vacío, del más absoluto vacío, la posibilidad de que surja un dios es tan insondeable como de la que surja la pura y sola materia. ¿Qué clase de dios busca la humanidad? ¿Uno que le dé sentido a su búsqueda? Quizá ese creador esté muerto, nada nos espera al final de la vida. Y el universo se irá deteriorando hasta su ulterior desaparición...

j/e, 18/09/10, 16:00

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