Y así vivimos dándole soporte a los estilos de vida de los millonarios. Ellos, modelos de vida y dechados de éxito en la vida trabajan, nadie dice que no. Solo que su esfuerzo consiste en mover, controlar, manejar, corromper, para mantener un sistema económico y un modo de producción que, a la larga, nos está perjudicando a todos; un modelo poco confiable, un modelo aplastante para las clases bajas, un modelo antiigualitario, que solo es razonable y democrático para quienes pueden vivir de él. Su esfuerzo les da ganancias por un lapso de tiempo mucho mayores que las muchos de nosotros en toda nuestra vida.
Y aspiramos, para ser felices, a ser como ellos. Ya no a tener un trabajo estable (esos ya no existen), ya no a tener un una filosofía de vida que nos ayude a lidiar y ser felices con pocas cosas, porque han ido destruyendo sistemáticamente estas filosofías para que sigamos dando soporte, para que el sistema económico no se desplome. Necesitamos el dinero, necesitamos cosas, artículos, y ellos crearon esas necesidades. Necesitamos seguridad económica, pensiones, seguros de vida. No podemos permitirnos dejar el trabajo porque debemos la casa, la hipoteca, el crédito, la educación. El seguro médico no es gratuito. La educación no es gratuita. La cultura cuesta, por eso pusieron 500 canales de tv, donde nos reeducan constantemente sobre el mismo estilo de vida, para sostener la sociedad de consumo, para retroalimentar el sistema, y tan imbéciles estamos que compramos televisores cada vez más caros para ser reeducados constantemente.
Así medimos nuestro bienestar: comprando cosas para sentirnos felices, para sentir que alcanzamos un nivel, un estatus elevado de desarrollo, traspasando los valores de vida a objetos que podemos perder, pero este es el propósito, conseguir obsesivamente más y más dado el peligro de su inminente desaparición. Nos endeudamos para el mejor auto, para el televisor más grande, para un sinfín de artículos que, una vez los tenemos, olvidamos cómo era la vida sin ellos.
Nos atan a trabajos con sueldos miserables, siempre bajo el eslogan de que cada quién construye su suerte. No es cierto. Todo tiene candados. Si ese eslogan fuera cierto, el mercado no estaría controlado cada vez más y más en menos manos. No es cierto que podemos construir nuestra fuerte. Nos han metido a un corral donde nos dan lo necesario. No somos felices. Esto es una sociedad orwelliana. Y ahí estamos, aspiramos ser como ellos, pero jamás lo seremos, porque vivimos en una dictadura capitalista y el poder es sucesorio.
j/e