El ateísmo no es una posición, como tal, que niegue la existencia de dios. Tampoco es una posición convencida que demuestre la no existencia de dios. Es, sencillamente, una posición tomada ante la no evidencia de dios. Si no hay evidencia, no hay por qué creer en algo.
Para saber algo, partimos de lo que conocemos, de lo que sabemos que existe. Y comenzamos con aquello que nuestros sentidos. Quizá las cosas que sentimos y percibimos no existan tal como las percibimos, incluso podrían ser alucinaciones y no haber una correlación real de aquello percibido. Pero podemos estar más o menos seguros de que las señales que percibimos provienen de algo existente.
Una de las "pruebas" esgrimidas históricamente por el pensamiento religioso de que hay algo superior a nosotros y creador de todas las cosas, es el orden visto en el universo. Pero no hay tal orden. El orden es solo una categoría donde hemos puesto ciertas observaciones. El universo, visto en su conjunto, es un completo caos que se dirige a su extinción, guiado por la entropía.
Si partimos de lo que existe, el origen de dios se remonta a los primeros atisbos de conciencia del humano. La idea de dios es bastante primitiva y no hay razón para creer que nuestros ancestros tuvieran más bases que nosotros, para tener razón. Como tal, dios fue de las primeras teorías para explicarnos, para explicar por qué estamos aquí, para justificar nuestra presencia.
10 de agosto de 2012
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